Los corrales son artes de pesca muy antiguos, cuyo origen atribuyen algunos historiadores a los romanos, aunque pudieran provenir de civilizaciones aún más antiguas por ser un sistema extractivo muy primitivo más propio de costas atlánticas que de mediterráneas.
Los corrales de pesca son cerramientos artificiales sobre la zona rocosa intermareal construidos a base de piedras porosas del mar o piedra ostionera, que junto con los escaramujos, ostiones, lapas, algas marinas y otras especies forman una argamasa que compacta y da solidez al conjunto. El corral está formado por una pared o muro que se comunica con el mar por medio de una serie de caños cerrados con rejillas que hay en su base. Estos permiten la entrada del agua de mar con la subida de marea, e impiden la salida de los peces cuando la marea está vaciando.
Los corrales de la playa de La Cruz del Mar – Las Canteras y los de la Punta de Montijo, situados entre el faro y el río Guadalquivir están incluidos en la Reserva de Pesca de la Desembocadura del río Guadalquivir. Este estuario es una zona estratégica desde el punto de vista ecológico con una alta diversidad y densidad de especies de gran interés comercial en las pesquerías del Golfo de Cádiz. Para proteger estos recursos, se hace necesario establecer una serie de restricciones a la actividad pesquera dentro de la Reserva, por lo que toda actividad marisquera que se desarrolle en estos corrales se regirá por lo dispuesto en la Orden de 16 de junio de 2004, por la que se declara la Reserva de Pesca en la desembocadura del río Guadalquivir. Los corrales de pesca son trampas gigantes que funcionan con la marea. Su eficacia es considerablemente mayor durante las mareas vivas, porque es cuando entra más pescado y cuando se vacían (escurren) casi totalmente en la bajamar, es más fácil capturar la pesca.
Por su situación en las proximidades de la desembocadura del Río Guadalquivir, una de las zonas claves de la biodiversidad de Andalucía, en los Corrales de Chipiona se introduce una amplia variedad de especies de peces e invertebrados. Sargos, mojarritas, doradas, lisas, pejerreyes…, encuentran en los Corrales hábitats idóneos para la cría de sus juveniles, ya que en ellos hay alimento abundante y gran profusión de refugios entre las rocas, así como buena temperatura para el crecimiento. Los peces grandes (corvina, róbalo, palometa,…) entran en el corral en busca de peces jóvenes con los que alimentarse. Otras especies, como el choco o sepia o los erizos, cangrejos y camarones, lo utilizan también como zonas de desove.
Por tanto, el corral de pesca, además de ser el seno de una ancestral actividad de pesca extractiva propia de mariscadores expertos, desempeña un papel ecológico fundamental en el ciclo de vida de muchas especies, algunas de las cuales (sardina, boquerón, langostino) pasan desde los corrales a formar parte de las pesquerías del Golfo de Cádiz. Si las arrancamos del corral les infringimos un grave daño que pronto lamentaremos. Si decidimos llevarnos un cangrejito, un pequeño erizo o un pececillo diminuto, como si de un gran trofeo se tratara, debemos pensar que estamos eliminando la base de la cadena alimenticia y contribuyendo a la desaparición de un ecosistema y unas especies únicas.
También causamos un grave riesgo para estos animales y para los propios corrales si retiramos o volvemos piedras, o al arrancar ostiones y otras especies de su pared, con lo que pierden la fuerza estructural que les permite resistir el embate de olas y temporales.
El nombre y la localización de los corrales es la siguiente: Corrales de Montijo, en la zona del mismo nombre entre Chipiona y Sanlúcar de Barrameda, los de La Longuera en la Playa del Muelle, los de Trapillo, Cabito y Nuevo, en la Playa de las Canteras y los de Mariño, Canaleta del Diablo, Chico y Hondo entre las playas de Camarón y las Tres Piedras.